Las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos volvieron a escalar esta semana tras el anuncio del gobierno de Xi Jinping de aplicar aranceles del 34 % a todos los productos estadounidenses, en respuesta directa a las nuevas medidas proteccionistas impulsadas por el presidente Donald Trump.
A partir del 10 de abril, todas las importaciones procedentes de EE. UU. estarán sujetas a este nuevo gravamen, que busca equilibrar las políticas arancelarias impuestas por Washington. Además, China implementó una serie de represalias económicas que afectan directamente a sectores estratégicos.
Entre las medidas más destacadas se encuentran:
- Suspensión inmediata de importaciones de pollo de dos empresas estadounidenses: Mountaire Farms of Delaware y Coastal Processing, por la detección de sustancias prohibidas.
- Cese de envíos de sorgo por parte de C&D (USA), por incumplimientos sanitarios.
- Restricción de exportaciones de tierras raras, clave para industrias tecnológicas.
- Investigaciones antidumping sobre tubos de rayos X provenientes de EE. UU. e India.
- Inclusión de 11 empresas de defensa estadounidenses en la lista de entidades no confiables.
- Control de exportaciones a 16 compañías norteamericanas.
- Investigación contra DuPont China por presuntas prácticas monopólicas.
Estas acciones de represalia comercial fueron anunciadas de forma conjunta por varios ministerios chinos, marcando un cambio en la estrategia de Pekín, que anteriormente esperaba a que los aranceles estadounidenses se implementaran antes de reaccionar.
El conflicto se intensifica en un contexto en el que Trump ha endurecido su discurso contra China, especialmente por temas como el flujo de fentanilo y la propiedad de TikTok. Las medidas podrían afectar significativamente el comercio bilateral, considerando que en 2023 China importó solo 164 mil millones de dólares en productos estadounidenses, el nivel más bajo en cuatro años.