El avance de la inteligencia artificial ha revolucionado la forma en que nos comunicamos y trabajamos, pero también ha generado un debate urgente sobre su impacto ambiental. Una sola respuesta de 100 palabras generada por ChatGPT consume en promedio 519 mililitros de agua, equivalente a una botella, según un análisis de The Washington Post en colaboración con la Universidad de California en Riverside.
Aunque ese número parezca pequeño, el consumo se multiplica por millones de usuarios diarios, lo que representa un desafío serio para la sostenibilidad. Solo en Estados Unidos, si el 10% de los trabajadores activos usaran esta tecnología semanalmente, el consumo anual de agua superaría los 435 millones de litros. Esto sería suficiente para abastecer a un estado como Rhode Island por más de un día.
El motivo principal es el enfriamiento de los centros de datos, que utilizan agua para disipar el calor generado por los miles de cálculos que realiza la IA en tiempo real. En regiones donde el agua escasea, se recurre a sistemas eléctricos de refrigeración, lo que aumenta el consumo energético.
Cada consulta también implica un gasto de 0.14 kilovatios-hora, lo necesario para mantener encendidas 14 bombillas LED durante una hora. Este consumo masivo de energía ya está generando presión sobre las redes eléctricas, especialmente en estados como Texas, Arizona y Georgia.
Empresas como Microsoft y Google han anunciado compromisos de sustentabilidad, como el uso de energía nuclear o la reposición de agua. Sin embargo, los resultados aún están lejos de lo prometido.
La huella ecológica de la IA es un tema que no puede pasarse por alto. Si queremos un futuro digital más responsable, es necesario adoptar tecnologías verdes que minimicen su impacto ambiental.